150 gr. de agua. 100 gr. de harina. 10 gr. de mantequilla. 3 huevos y una yema. Sal, a gusto.
Cuando hierva el agua añadid la harina toda de golpe y, removiendo en seguida, añadid la mantequilla y tenedlo en el fuego durante 10 minutos, sin parar de mover. Debe quedar una pasta dura que extenderéis con un grosor de un dedo y trituraréis en el mortero junto con un huevo para ablandarla. Hecho esto, ponedla en una vasija para trabajarla con cucharón añadiendo los otros huevos uno a uno, montando las claras. No os canséis de trabajarla hasta que no se haya reducido como un ungüento; dejadla en reposo durante alguna hora, y entonces ponedla a cucharadas (que deben salir diez o doce) en una bandeja untada con mantequilla.
Batid una yema de huevo con un poco de clara para que quede más suelta, doradlos y alisarlos con un pincel (aunque este suplemento no es necesario), después metedlos en un horno que esté bien caliente. Cuando estén cocidos hacedles con la puntilla una incisión de un lado, o en forma de medio círculo por la parte inferior, para rellenarlos de crema o de conservas de fruta, espolvoreadlos con azúcar lustre y servidlos.
Os advierto que cuando trabajéis masas que deben crecer, el cucharón en vez de girarlo en redondo es mejor moverlo de abajo hacia arriba.
* 'Choux' (N. de la T.)
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