Había un cura en una ciudad de Romaña que metía las narices en todas partes y, entrometiéndose en las familias, en cualquier asunto doméstico quería meter la patita. Había, por otra parte, un hombre honesto y, puesto que de su celo brotaba más bien que mal, le dejaba hacer; pero el pueblo, muy agudo, ya lo había bautizado como Don Tomate, para indicar que los tomates van con todo; por lo tanto una buena salsa de este fruto será en la cocina una preciada ayuda.
Haced un picadillo con un cuarto de cebolla, un diente de ajo, un trozo de apio como un dedo de largo, algunas hojas de albahaca y perejil.
Condimentadlo con un poco de aceite, sal y pimienta, trocead siete u ocho tomates, y poned al fuego todo junto. Removed de vez en cuando, y cuando veáis el jugo condensado como una crema líquida, pasadlo por la estameña y servidla.
Esta salsa se presta para muchos usos, como os indicaré en cada caso; es buena con los platos hervidos, y óptima para las pastas condimentadas con queso y mantequilla, como incluso para hacer el risotto nº 77.
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